lunes, 31 de diciembre de 2012

Tinieblas es la luz donde hay luz sola






Rodilla en tierra, con humildad y valor para encarar el 2013 y darle una larga cambiada a la crisis. Toreando al alimón todo es más fácil, porque aquí nos salvamos juntos o nos ahogamos por separado. 

Se nos va el año 2012. Doce meses bregando cuesta arriba, braceando tan a contra corriente que nos ha dejado exhaustos, cabizbajos, como sin resuello y triste la mirada. El esfuerzo no ha tenido recompensa. El sacrificio ha resultado baldío. El año que termina pasará a los anales de la historia como el año del espanto. Los efectos demoledores de la crisis se han dejado sentir en el paro que paraliza y hunde a las personas afectadas en el subsuelo de los desahucios y la degradación de la miseria cuando todo va de mal en peor. 

 ¡Qué pocas alegrías nos ha dejado este ido 2012! del que hoy celebramos la Nochevieja con poco que celebrar; mañana, el Añonuevo de otro que se augura negro como boca lobo; en unos días, cerraremos puertas y ventanas para que los Reyes Magos no se lleven los regalos y proteger el misterio que venían a desvelar. 

Saber que más allá de la pantalla hay personas lectoras que dedican su tiempo a leer lo que a uno se le ocurre, es un lujo y un honor para este aficionado bloguero recién llegado a la escritura. Gracias por ello a todos.


A escala de cultura local, 365 días preñados de la enseña más salmantina: don Miguel de Unamuno. Su figura sigue vigente setenta y cinco años después de su muerte, sus escritos se siguen publicando y representando, lo cual quiere decir que aún se le lee y se le ve. El mejor homenaje que se le puede hacer. Ayer me acerqué al patio de escuelas menores a ver una exposición,  más que completa,  de fotografías sobre él y me traje este soneto en una foto:




Fe pura, la fe del carbonero, necesitamos para creer que la purga “curamulo” que recetan nos ayude a salir de la sima. La vida es esperanza que se inmola, pero no estamos tan seguros de tener mucha en reserva por inmolar. Por buenos deseos que no quede. Nada mejor que comerse el orgullo y saber decir “te necesito” a tiempo porque la vida sigue aunque a veces no le encontremos el sentido. 


 

 Alzamos nuestra copa de cava por un 2013 a la salud de los lectores y visitantes, con optimismo,  porque no puede ser peor que éste que termina.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El novillero poeta con su mujer




Picasso

La Busca. Pío Baroja (2)

El autor dedica el arranque de la novela a componer el tiempo del relato: “El cañamazo en el que bordamos las tonterías de nuestra vida” que pasan sin pena ni gloria igual que la corriente del río, directas a la desembocadura sin quedar de ellas ni la memoria.

Una porción de personajes estrafalarios se alojan en la pensión de doña Casiana, un hormigueo de gentes que van y vienen, que pululan y se afanan por sobrevivir en la calle mal encarada y polvorienta del calor sofocante del verano madrileño. Se refugian en la guarida de balcones y puertas abiertas para recuperar un poco el aire de la corriente y poder respirar. Pío Baroja convierte la opresiva atmósfera reinante en otro elemento más de la narración que condiciona las actuaciones de los personajes. Un curilla que no paga el pupilaje, la señora Violante con sus hijas que hacen la calle por llevarse un trozo de pan al bolsillo, “un gusano de la carcoma en algunos de aquellos trastos viejos hacía crujir la madera de modo isócrono…” A la hora que cierran los bares un grillo que desafina como un violista novato en el piso de abajo nos enlaza  con el día siguiente. La calle entra en movimiento, la luz adquiere otra intensidad con “la plácida sonrisa del alba”, signo evidente de que entrará a engrosar la larga nómina de personajes junto a la Petra, a quien la voz narradora concede galones de protagonismo a pesar de su humilde condición de criada.

Como don Pío  no quiere alejarse de la trama,  sigue presentando actores que ocuparán su sitio en la historia -o no-. Él mismo se convierte en personaje y se queda en el piso bajo del edificio de la fonda, junto a gusanos, hormigas, mosquitos que pican rabiosos por el calor y moscas afrontonas del verano. La Baronesa, la Vizcaína blanca con gruesas venas azules y ubres suntuosas y Manuel, un hijo de la Petra que le mandan del pueblo. Su marido había sido maquinista de tren. Un siglo atrás era como un informático de Google en Mountain View estos días. La relación entre los miembros de la pareja no fue buena casi desde el principio. Las discusiones empiezan por las cosas más insignificantes e inmediatamente los platos empiezan a volar. Así la Petra tiene la excusa perfecta para sentirse agraviada, encerrarse, ponerse a llorar desconsoladamente y- luego- exigir desagravio. Así que el agraviador no duró mucho porque se dio a la bebida y murió de un accidente laboral. Petra se queda compuesta, sin marido y con cuatro hijos. A los varones los empunta a Soria, a las féminas las coloca en el servicio doméstico y ella, libre como un pájaro, pasa de ama a criada sin quejarse.
 "Apareció la estación del Mediodía iluminada por arcos voltaicos"
Benjamín Palencia

Manuel regresa en tren a Madrid desde un pueblo de Soria en un viaje de veinticuatro horas. Pío Baroja nos cuenta sus dos años sorianos al ritmo lento y entrecortado del traqueteo del vagón de tercera del tren lento que tardaba un día, con noche incluida, en llegar a Madrid. De esa forma sabemos que el favorito de sus tíos era su hermano Juan, un odioso llorón, eternamente enojado. De esos que por mucho que lo intentes, nunca terminas de pagarle. Siempre estás en deuda con él. 

Baja del tren como un maletilla en busca de oportunidad, cargado con su fardelillo de ropa, cuando ya “los faroles brillaban opacos en la atmósfera enturbiada”. “Un crepúsculo rojo esclarecía el cielo” y “brillaban las luces eléctricas pálidamente sobre los altos faros de señales” en la estación iluminada por arcos voltaicos. Como en Pío Baroja nada es casual, el lector avisado reconoce las claras anotaciones de tiempo, el adelanto de la luz eléctrica y las connotaciones del rojo. 

La emoción del regreso, el reencuentro con su madre y el griterío de la fonda no le dejan pegar ojo la primera noche. 




El cine estaba dando sus primeros pasos, el autor utiliza la nueva técnica cinematográfica para situarnos en el espacio. Nos describe la fonda de un rodeón. Ya de paso nos imaginamos todas las casas de huéspedes de Madrid que acogen y albergan a los recién llegados desde  todos los rincones del país. Escueto en las descripciones, meticuloso y detallista: “De día, el comedor era oscuro; de noche, lo iluminaba un quinqué de petróleo de sube y baja que manchaba el techo de humo”. Pero donde demuestra las arrobas de talento que atesora es en la caracterización de sus creaciones humanas, exageradas caricaturas de la realidad que parecen salidos de una película de Torrente: además de la patrona, doña Casiana, hay un viejo de aspecto cadavérico, muy pulcro a la mesa que limpia los útiles de comer hasta dejarlos limpios como la patena. La Vizcaína grandona. Un cura que habla por los codos. El periodista serio, muy rubio y magro de carnes. Los comisionistas, uno de ellos de mal carácter por un  dolor de estómago permanente. El tenedor de libros y las tres generaciones de doña Violante que a punto estuvieron de aumentar a cuatro, sin cambiar de habitáculo,  en la misma habitación pestilente,  de no ser por la visita de Irene a una especie de proveedora de angelitos para el limbo que le rebajó la hinchazón de forma brusca. 


"Es el desdén espada de doble filo
uno mata de amores; otro, de olvido..."
Benjamín Palencia 

El autor trata la vuelta de Manuel como un viaje iniciático. La pensión y sus huéspedes, dignos representantes de las diferentes tribus urbanas que pululaban por las calles, ocupando un solar tan reducido, “abrían los ojos de Manuel” que aprende la senda de la vida a marchas forzadas, como el Lazarillo espabiló con el coscorrón que el ciego le propinó contra el toro de piedra a la entrada de Salamanca. 

"Estaban Gámez el astronauta, 
Gastón el flauta, 
Mari la tetas, 
el novillero poeta con su mujer, 
el pobre don Agapito 
y un camellito sin dientes 
sobrino de un primo hermano 
de algún pariente asturiano 
de (Víctor) Manuel"
 J. Sabina


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Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Memoria de un tiempo de barrio


Pío Baroja dibujado por Ramón Casas



Breves apuntes biográficos sobre  Pío Baroja.


La mentalidad europea a principios del S. XX está imbuida de una confianza ciega en el progreso. Apoyados por la ausencia de conflictos serios desde la caída de Napoleón, los formidables avances de la ciencia y la técnica comienzan a fructificar en una mejora del nivel de vida de las clases populares que habitan el viejo continente. Cuando parecía que la “civilizada” Europa, dominadora y colonizadora del planeta, había dado con la piedra filosofal que la libraría para siempre de guerras y conflictos, dos guerras mundiales - en un breve espacio de tiempo - ponen freno de manera brusca a los sueños pacifistas. Los totalitarismos fascista y comunista, los que luchan por mantener la democracia encabezados por Roosevelt y Churchill y el gran héroe del anticolonialismo, Gandhi, anidan sin agavillar entre ellos en la primera mitad del siglo. 



El futuro presidente Roosevelt en la Guerra de Cuba


 En España el desarrollo durante el S. XIX es mucho más modesto. A pesar de los avances, la tasa de analfabetismo supera el 50% en el conjunto del territorio. A causa de multitud de conflictos internos (entre ellos tres guerras civiles, que se dice pronto), gran parte de la población permanece al margen de la modernización. La metrópolis sufre un trauma por la derrota del 98 en Cuba ante el pujante y emergente imperio yanqui. Supone un duro despertar del sopor secular de la sociedad atrasada. 


 En el mundo de la ciencia, del pensamiento y de las artes compartieron el mismo tiempo Einstein, Marie Curie, Max Planck, Freud, Max Weber, Keynes y Picasso entre muchos otros. En Literatura destaca el desarrollo extraordinario de la novela a manos de Thomas Mann, Proust, Joyce y Faulkner, que supone una ruptura con la narrativa tradicional. Y he aquí que aparece tan “boinón, tan paisano, tan bribón, tan urbano, tan fulano, tan picapedrestre”, don Pío Baroja, que a diferencia de todos ellos, siempre permanece fiel a su manera de concebir la narrativa, toda una larga vida de escritura para dar forma a más de sesenta novelas y algunos cuentos, una detrás de otra, y ocupar un lugar de privilegio entre las letras españolas. 






 Estudia medicina, pero ejerce muy poco. A diferencia de otros escritores españoles, contemporáneos suyos que se acercan a diferentes géneros literarios, Pio Baroja es el novelista por excelencia. Vive de la literatura, se dedica a ella a tiempo completo como sólo Galdós lo había hecho antes. 


 Pío Baroja echa a andar en el mundo literario de Madrid con el nuevo S. XX. Colabora con las publicaciones periódicas de la época. Hoy es de interés rastrear las colaboraciones de los escritores en los periódicos y revistas, buena parte de la actividad literaria del momento tiene soporte y difusión en la prensa. Conoce a Maeztu y Azorín con el que mantiene una amistad de largo recorrido. De joven realiza viajes por varios países de Europa, pero la mayor parte de su vida transcurre tranquila entre Madrid y el caserón de Vera de Bidasoa que compra en 1912. El sofocante calor del verano madrileño expulsa a sus habitantes de la capital. Como la Guerra Civil comienza en verano,  allí le pilla. Con la frontera bien a mano, la cruza y marcha a Francia. Regresa a Madrid en 1940 donde pasa los años que le quedan por vivir hasta 1956, escribiendo y sin muchos sobresaltos.









 LA BUSCA 


 La Busca es la primera novela de la trilogía La lucha por la vida. Pío Baroja recoge el título de El origen de las especies de Darwin cuyos postulados y conclusiones remueven las Ciencias Naturales a principios del S. XX. Entre Marzo y Junio de 1903 los lectores de El Globo pudieron leer a diario cada una de las cincuenta y nueve entregas en las que distribuyó la trilogía antes de que las tres novelas se publicaran a lo largo del año 1904. Eso sí, con abundantes modificaciones en cuanto al estilo y contenido. Es lo que tiene publicar en los periódicos con antelación: después se puede modificar. Exactamente igual que ahora en los blogs, que para eso están. 



 La materia narrativa de La Busca gira en torno a la adolescencia y primera juventud de Manuel Alcázar, protagonista e hilo conductor de los hechos que se narran. La historia cuenta las peripecias de Manuel durante tres años. Él sólo es uno más de los afectados por el endémico éxodo rural que este país no acaba de superar. Abandonan sus hogares de origen en busca de una mejora en sus miserables condiciones de vida. Pero las ciudades y lugares de llegada tampoco son la Arcadia prometida. Con frecuencia observamos que la historia se desanda y descumple años por la senda estrecha de la desvergüenza. La Lucha por la vida es un canto a la dignidad del ser humano por las amplias avenidas de la libertad. 



 Rápidamente llama la atención la abundancia de puntuación en la prosa de Pío Baroja. Ello le da un efecto de ritmo entrecortado, como si huyera de la prosa rítmica que tan de moda estaba entre los autores afectados de Modernismo. Sin embargo, elegiría el forcejeo con el tiempo del primer párrafo de La Busca como uno de los que nunca deberían de faltar en cualquier antología, no importa el nivel de exigencia: “Acababan de dar las doce, de una manera pausada, acompasada y respetable, en el reloj del pasillo. Era costumbre de aquel viejo reloj, alto y de caja estrecha, adelantar y retrasar a su gusto y antojo la uniforme y monótona serie de las horas que va rodeando nuestra vida, hasta envolverla y dejarla, como a un niño en la cuna, en el oscuro seno del tiempo”.


"Soy memoria 
 de un tiempo de barrio, 
ciudad de extrarradio 
 de lata y cartón 
Soy un verso 
 lanzado al futuro, 
proyecto seguro, 
 guitarra y canción"
Luis Pastor




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Gustar y gustarse





La novela ocupa una gran parte del espacio de la biblioteca. 

Como soy medio encargado de la pequeña biblioteca escolar del centro en el que trabajo, estoy más o menos al tanto de los gustos literarios de nuestros lectores (casi debería usar el femenino porque son ellas las que constituyen la abrumadora mayoría de usuarias). Contamos con un servicio de préstamo que goza de una relativa vivacidad, debido sobre todo a que son los lectores los que sugieren los títulos a adquirir,  siempre que los escuálidos recursos lo permitan. Y pueden apostar sobre seguro que las sugerencias de compra coinciden con los más vendidos del momento. 


Listado de sugerencias de adquisiciones

Echando un vistazo a los libros prestados desde que pusimos en marcha la biblioteca informatizada y al estante en el que colocamos las novedades recientemente adquiridas, resulta evidente que la muestra no difiere mucho del listado de libros más vendidos, publicado en cualquier suplemento cultural de la prensa. En el fondo no nos preocupa porque teniendo en cuenta el punto de partida, sólo el hecho de que se acerquen a la biblioteca a pedirte consejo sobre qué leer ya es un éxito para nosotros. Quiere decir que le van perdiendo el miedo a los libros y de paso los puedes guiar a lecturas más serias,  que vayan más allá de los consabidos best sellers del momento que nadie recordará en un par de años. ¿Alguien se acuerda ya de los tochos nórdicos que llenaron los escaparates de  todas las librerías hace dos años? No me suelen hacer caso cuando les digo que si alguien no ha leído antes un libro, siempre es nuevo para el lector; nada importa la fecha de escritura. Ellos siguen erre que erre por la senda de la moda, a favor de la propaganda de las editoriales grandes. Los usuarios de nuestra pequeña biblioteca son representantes del tipo de lectores que las editoriales desean y miman con esmero. 

 Estantería de novedades

Ellas pretenden uniformizar los gustos para que haya muchos lectores del mismo libro. Ahí está su negocio: hacer consumidores de libros efímeros, que se ponen de moda un tiempo y luego desaparecen sin que nadie los vuelva a reclamar. Para nosotros, una vez conseguido que un grupo de lectoras ya no tenga alergia a la lectura, el segundo paso sería convencerlas de que existe otra manera de leer, más lenta y reflexiva, que no está reñida con la diversión y el placer y que además nos hace mejores. Y en esas andamos, en la quijotesca tarea de luchar contra las “Sombras de Grey” que tiene asombradas a casi todas las féminas europeas con su subliteratura. Y es curioso constatar que casi nadie confiesa que le haya gustado, pero que todas leen porque hay alguien que ha decidido que es de lectura obligatoria. Y que conste que no estoy en contra de la literatura erótica. También en este segmento existe gradación de calidad hasta llegar por ejemplo a “El amante de Lady Chatterley” de D. H. Lawrence. 


  Manuel es lector de muchos libros.

Cuando, de vez en cuando, alguien me pide consejo sobre qué libro leer, les suelo decir que intenten leer primero los buenos, puede que después no tengan tiempo, pero que lo hagan despacio, recreándose en la suerte, porque no es lo mismo leer mucho que leer muchos libros, “como si se fueran a acabar”. 

 

 Escalafón actual de libros de ficción mas vendidos. ABC Cultural

Gustar y gustarse. Ahí está la clave de una lectura provechosa como señala Rosa Chacel y que Gelu nos recuerda: “Se diría que tratándose de una novela, no es necesario advertir nada, porque una novela tiende, ante todo, a eso que parece tan trivial: gustar. Pero gustar no es cosa tan trivial como parece, y, a veces, no resulta fácil que gusten ciertas cosas a quienes no están advertidos. Sobre todo cuando lo que se ofrece no es fruta del tiempo." 

"Lectura" para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto
para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica."
Gabriel Celaya.
J. M. Serrat  






Esta especie de pequeña reflexión  pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


viernes, 7 de diciembre de 2012

El pan nuestro de cada día



 La sabiduría de las palabras y los párrafos  desborda los márgenes de los libros como semilla caída en tierra buena

La lectura no es un placer para nuestros alumnos de ESPA (Educación Secundaria de Personas Adultas). Si el grado de satisfacción con una actividad se mide por el tiempo que a ella dedican, la lectura no sale bien parada del envite. De un grupo de veinte, rara vez hay más de dos que confiesen leer libros habitualmente. Como mucho, admiten leer algún diario deportivo y sólo de vez en cuando. La mayoría de ellos relaciona la lectura con obligación escolar y ¡claro! eso choca con su concepto de diversión. Cuando les propongo que hagan la prueba –durante una temporada- de dedicar el mismo número de horas a leer que a salir de farra por la noche con los colegas, a ver películas por la tele o a mandar “guasaps” por el móvil, replican que no es lo mismo. Porque ¿Quién ha dicho que hasta la actividad más placentera no requiera dedicación, sacrificio y perseverancia? El punto de partida es el mismo, todo el mundo nace sin saber leer ni escribir. Si algunos han desarrollado unos determinados hábitos, ha sido porque le han dedicado tiempo y se han decantado por ciertas actividades, robándole el tiempo a unas en detrimento de otras. 

Pocas cosas que salgan más baratas que un libro y que reporte más satisfacciones. Por veinte euros un libro te trasporta a lomos de Clavileño -como a Sancho- por las regiones del aire o te empoza en las entrañas de la tierra -como a DQ - en la Cueva de Montesinos. De paso te da cuenta de los amores y desamores de malditos don juanes como El Marqués de Bradomín, te invita a pisar el suelo inestable de La Ciudad del Gran Rey y si te dejas guiar, te echa una mano para zambullirte en la marmita de Obélix. Un buen amigo dispuesto a abrazarte, un placer a condición de que lo cultives en tierra bien labrada.

En estos tiempos de tribulación tan mal encarados, de andares cabizbajos, de eternamente enojados y agraviados de mirada triste y de pan duro, la lectura te devuelve la alegría, te dibuja una sonrisa en la cara y aplaza el grito egoísta de “Sálvese quien pueda”, porque los libros curan de muchos males y nos salvan. 

Así lo explicaba Federico García Lorca: “No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”. 

 "La noche esta clara y tranquila, 
la luna argentada 
los invitados van llegando, 
llenando la casa de colores y perfumes" 
Jaume Sisa




Esta especie de pequeña reflexión  pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero. Desde la copla más popular no habíamos escrito nada sugerido por nuestro maestro.