miércoles, 27 de abril de 2016

Noches lúgubres (4) José Cadalso. Respirar las llamas





"¡Adiós, humanidad perversa y engañosa! 
¡¡¡Adiós!!!..."


Noches lúgubres (4) 
José Cadalso 

Noche tercera 


A la tercera va la vencida. Tediato se expone a la fortuna caprichosa y rigurosa por tercera vez durante tres noches consecutivas. Se hace las tres preguntas fundamentales: dónde, cuándo y cómo el hombre se verá libre del influjo de la fortuna que a todos trata por igual, que a todos aplica el mismo rasero. 

De la noche primera nada saca en claro. A punto está de ser acusado de profanador de tumbas y asaltador de templos por su temeridad. Pide que la segunda noche desaparezca de su memoria para que no acabe con él. No caben más calamidades juntas en un espacio tan breve de tiempo. La desesperación que le acogotó de noche, le concede muy pocos momentos de tregua de día. La pausa del tormento es casi insignificante, apenas le deja respirar “el aire que está libre para las aves y los brutos.” 

Las desgracias nunca vienen solas. Si la libertad consiste en la visión de la calamidad cebándose en la pobreza, como comprobó en casa de Lorenzo con la muerte del padre y de la madre que deja huérfano y enfermo a un parvulario completo, prefiere la prisión más rigurosa. 

Nada ha cambiado para Tediato en las noches precedentes, sigue esperando la ayuda de su hermano Lorenzo. Maldita sea la fortuna que divide en clases sociales distintas a los que pertenecen a la misma especie que llora, enferma y muere. Proclama así su carácter de aspiración igualitaria. 

Por fin aparece Lorenzo envejecido, como alma en pena, el rostro ajado. Acobardado por el infortunio que ha asolado su casa, pide que le caiga el cielo encima. Tediato intenta consolarlo diciéndole que lo necesita. En ese momento le es más necesario que un emperador con toda su pompa, dignidad y renta. Sólo sus manos, el pico y la pala pueden devolverle alguna dicha. 

 Cadalso da por terminada la tercera noche con el apremio de Tediato a Lorenzo: “Andemos, amigo, andemos.” Dejándonos a dos velas, con el relato a medias. 



"Mi impía estrella no me permitió el consuelo de concluir con tantos males."



APÉNDICE I 
CONTINUACIÓN DE LA NOCHE TERCERA (1815) 

Pero hete aquí que en 1815 se publica en la imprenta de Repullés una continuación a la tercera noche que parece incompleta. 

Tediato urge a Lorenzo a abrir la puerta del templo, pero el sepulturero tiene dificultades para hacerlo. Alumbrados por la luz moribunda del farol, se dirigen al sitio en el que descansa la hermosura por excelencia. Se explican las razones de su no comparecencia la pasada noche. La prisión, la condena y la ejecución fallida por su estrella impía. Se ponen manos a la obra con la losa. El dolorido le pide a Lorenzo que cuando esté dentro la cierre. Un ruido en la cerradura detiene las maniobras en la lápida. La Justicia hace su entrada sin avisar. Los acusa de profanación del templo y del culto divino. Tediato vuelve a pedirles que le dejen terminar con su vida de hambre, sed y cansancio (máximas del cazador) dentro del sepulcro. Allí en lo oscuro podrá conseguir el final de su relato ordenado y dejar un testamento de ceniza. La Justicia se lo lleva a casa del Juez  bajo acusación de sacrilegio. Morirse no es tan fácil como parece para el que lo desea. Lo condenan a destierro hasta que la razón regrese a dominar los sentidos. Hasta que el entendimiento reconozca la ausencia de la razón. 


"¡Y yo, un hombre acostumbrado desde niño a todo el lujo y vanidad, a que le crían los padres que nos encaminan al seno de la perdición, verme en este calabozo de terror!"



APÉNDICE II 
NOCHE CUARTA 

En la edición de 1847, publicada en pliegos sueltos en Madrid, hay una cuarta noche añadida. Tediato se lamenta de la persecución de la mala suerte. Mientras espera que Lorenzo aparezca, entona alabanzas a la llave que le ha impedido derramar lágrimas sobre la tumba de lo único que ama en el mundo, que ha guardado como un tesoro lo que la naturaleza puso en la tierra y espera hacer suyo. El tiempo es oro. Una vez convencido de que todo intento de hacer que Tediato viva en sociedad resulta inútil, Lorenzo mete prisa para terminar el trabajo de una vez. La sociedad está formada de fieras con el corazón lleno de soberbia, envidia, venganza y traición. Incluso los mejores tapan sus maldades con un manto de “honor y amistad que encubren dentro de sí una alma negra, vil, capaz de sacrificar a todo el género humano a sus intereses y caprichos.” 

Abren la tumba, para Tediato la mejor alhaja, lo más querido, lo que para otros es lastimera imagen, el hedor insoportable en el calabozo del terror. Alzan el cadáver entre los dos a las cuatro de la mañana y se lo llevan a casa a cuestas. Tediato paga al contado por los servicios prestados, le regala una cartera llena de joyas. Él prefiere no llevar nada en la mortaja para pagar al barquero, Caronte, el paso de la laguna Estigia. Lorenzo le dice que se quede con ella, él puede seguir pidiendo para no pasar hambre. A él le costaría más trabajo por falta de costumbre. Le pide a cambio que no diga nada, que guarde silencio. Por último se prende fuego y dice adiós. Inmolación por amor, las cenizas esparcidas por el viento caben en una cajita, pero se siente eterno como una estatua de bronce.


Se lo llevó la tormenta y el tiempo, 
nada se pudo salvar, 
sólo quedó una chispa de luz, 
suspira por volver a empezar. 

 Bebe la sal y respira las llamas, 
nada nos puede tocar, 
pon en tu tumba que no es el final, 
tu rastro no se puede borrar.
Vetusta Morla





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


Las imágenes son de la exposición dedicada a Henry Moore en la plaza de Anaya de Salamanca



miércoles, 20 de abril de 2016

Noches lúgubres (3) José Cadalso. Sentado sobre su ataúd.






"El sol, la criatura que dicen menos imperfecta imagen del Criador, ha sido objeto de mi melancolía."


Noches lúgubres (3) 
José Cadalso 
Noche segunda 

Tediato ha tenido un mal día después de la noche anterior. Se le ha hecho más largo que un día sin pan o noventa minutos en el Bernabéu. Las dieciséis horas seguidas de sol han sido una tortura para la luna oscurecida por la luz solar en la escaramuza diaria por hacerse con el predominio de la claridad. “Un tormento de duración eterna.” El dolor que la muerte de su amada le causa lo ha exprimido hasta el agotamiento. Ahora parece la muerte andando, un triste de horizonte fallido. La embestida del bruto desbarata la amalgama de carne y espíritu que le sustentaba, dejando tras de sí tristeza y desolación, hueso descarnado sin ánima. Tierra quemada desprovista de sueños. 

Desengañado de los pobladores de la noche, desconfía de la sombra, los espectros, trasgos y espíritus. Sólo un leve resuello, apenas escorzo, lo separa del más allá. Tediato se quema de noche, se quema Tediato de día. Tan solo Lorenzo, nombre del sol, consigue acceder a la condición de aliado fiable. “Bienvenida seas noche, madre de delitos, destructora de la hermosura, imagen del caos de que salimos. Duplica tus horrores; mientras más densas, más gustosas me serán tus tinieblas.” Así proclama Tediato su fobia a la luz y su adicción a los placeres ocultos de la noche mientras espera impaciente la llegada de Lorenzo, el sepulturero, y oye sin ver una voz angustiosa que anuncia la muerte: “Que me matan, que me matan.” Seguida de otra a modo de respuesta implacable: “Muere, muere.” El hombre en las ansias de la muerte, malherido, viene a morir a sus pies. 

La Justicia aparece tras la huida de los malhechores. Le acusan del homicidio, pillado in fraganti, con una mano en la espada y la otra ensangrentada tratando de desembarazarse del cadáver, no tiene escapatoria a pesar de que las cosas no son lo que parecen. Nada le importa perder la vida, solo pide un poco de tiempo carcomido para ofrecer el corazón vivo a su amada que descansa en el templo. Que atormenten su cuerpo si quieren, pero que no insulten su alma pura. Que lo maten si alguna misericordia merece. 

De bien poco vale ya resistirse, la chusma ha dictado sentencia: reo es de muerte. Los indicios son evidencias. Que preparen el tormento para el día y grita: “¡Viva la justicia. Castíguense los delitos!” […] “De la muerte de un malvado se asegura la vida de muchos buenos.” Ni los astros vendrán en su ayuda, mirarían para otro lado ante el virtuoso que padece o el inicuo que triunfa. El carcelero feroz se compromete a hacer su trabajo, lo guardará como fiera en una jaula. Experiencia le sobra. Bajo su dominio han temblado los hombres más atroces, seres criados y envejecidos entre el asesinato y la maldad. 




"Sí, sí: grillos, cadenas, esposas, cepo, argolla, todo le sujetará."


La vara de la mala fortuna le ha señalado, se venga de su desprecio al tío de la guadaña que despuebla el universo. ¿Por qué llaman daño a la muerte si es liberación? Se pregunta desorientado. Escucha la ejecución de un preso en la celda de al lado. Siente el llanto desconsolado del que va a morir. Ruido de cadenas seguido del silencio más espantoso y pasos que se alejan. Envidia el tiempo que el vecino le gana, la delantera que le lleva. Otros pasos se acercan y alguien abre la puerta de la celda cuando el cansancio le había acomodado a la piedra fría, a las tablas duras del camastro y a los pegajosos insectos,  compañeros inseparables del cuerpo. Queda libre, arrojado de nuevo al mundo, privado del reposo cuando aún queda una hora para el día. Pide a la noche que se dilate, que haga esperar al caminante y al labrador para empezar la tarea. Que se quede el sol alumbrando a las gentes del otro lado del globo. Así tendrá tiempo suficiente de cumplir la promesa que hizo sobre la tumba. El mundo se ha hecho indigno del sol, es un adicto a los placeres de la noche. 

Acostumbrado a la oscuridad del exterior del templo, decide dar un paso al frente, tirar la moneda al aire: o su corazón vence al terror, al dolor y al espanto o deja de palpitar para siempre. “Tinieblas es la luz cuando hay luz sola,” y el alimento de Tediato. Los pies chocan con el  bulto de un indigente acurrucado en la calle. Un hombre cargado de penas, en su estado natural, desnudo como la naturaleza lo entregó a la vida. 





"Adelantemos el paso. Corazón, esfuérzate."

Resulta ser un niño de ocho años, hijo de Lorenzo. Su padre le ha mandado con el recado de esperarle hasta las dos. Se quedó dormido. La calamidad se ha cebado en su familia. Su abuelo acaba de fallecer. La madre ha muerto de parto. Tediato lo lleva a casa. En vista de la desgracia que azota a la familia, aconseja a Lorenzo que haga un hoyo grande y para completar la autodestrucción: “Entiérralos todos ellos vivos y sepúltate también con ellos.” De paso le escribe el epitafio. 

Se le ocurre a uno pensar que hay que estar muy enfadado con el mundo para que un ser tan privilegiado como Tediato, que tendría que ir tocando las castañuelas por su existencia afortunada, desee tanto mal al prójimo. 


They come rattling over the cobbles 
They sit on their coffins of black 
Some are struck dumb, some gabble 
Top-heavy on brandy or sack 
The pews are all full of fine fellows 
And the hawker has set up her shop 
As they're turning them off at the gallows 
She'll be selling right under the drop, boys 
Selling right under the drop
Mark Knopfler





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.





miércoles, 13 de abril de 2016

Noches lúgubres (2) José Cadalso. Alzado de nuevo.







"El silencio pavoroso interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. 


Noches lúgubres (2) 
José Cadalso 

Noche primera 

Son las dos de la mañana a las puertas de una iglesia madrileña. Los rayos que rasgan la tiniebla y los truenos amenazantes de la tormenta acobardan el soliloquio de Tediato que espera impaciente la llegada de Lorenzo el sepulturero con las llaves del templo. Ceremonia de la desolación. La luz trémula de un farol lo anuncia al final de la calle cargado con pico y pala, las herramientas propias de su oficio. Lorenzo cobra el trabajo a deshoras por adelantado. Un extra que le ayuda a paliar un poco la hambruna que arrasa su casa y a los que hay dentro. El sueldo de enterrador depende de la voluntad y ya sabemos que la buena voluntad no da para llegar a fin de mes. Reconoce tener miedo a pesar de estar bien curtido al llevar treinta y cinco años en el oficio: “He enterrado por mis manos tiernos niños, delicias de sus mayores; mozos robustos, descanso de sus padres ancianos; doncellas hermosas, y envidiadas de las que quedaban vivas; hombres en lo fuerte de su edad, y colocados en altos empleos; viejos venerables, apoyos del Estado... Nunca temblé.” Le ruega que no lo diga a nadie, los colegas se reirían de la humana cobardía. También las sombras alargadas por la luz del farol le meten más miedo en el cuerpo. Lorenzo propone aplicar el valor que les quede para la huida del lugar. 

Al pasar al pie del sepulcro ostentoso de un duque, Tediato reflexiona que ni después de la muerte, los acomodados nos veremos libres de sospechas y envidias. Calcula la maldad del poderoso caballero, don Dinero. Delante de la tumba de un indiano rico, pero sin un doblón en la mortaja cotillean. “Allegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos,” como decía el poeta. Tediato afirma que no le movería de su casa ni “todo el oro que él trajo de la infeliz América a la tirana Europa.” Sostiene que el dinero abundante es dañoso porque fomenta las bajas pasiones y las cuentas corrientes a orillas del Canal de Panamá. Que pague Rita la cantaora. 





"En fin ya se habrá desvanecido la noche. 


A Lorenzo le espantan las tumbas de los que mueren de repente. Manifestación de la fragilidad del misterio de la vida. Hay algo irracional que desorienta en morirse sin motivo, de cualquier manera y sin decir ni mu. Tediato le explica que la naturaleza del hombre es fuerte a pesar de los graves e imprevisibles peligros que acechan al hombre desde el nacimiento. Incluso el aire, el sol, el agua; todo lo que nos da vida, puede volverse hostil en cualquier momento, como las innumerables hierbas venenosas o las fieras salvajes. 

Llegan a la losa que Tediato tantas veces ha regado con su llanto, besado con sus labios y contemplado con quietud de estatua. Emblema del dolor. Recuerda el día que lo dejaron encerrado dentro de la iglesia envuelto en la tiniebla, cubierto en un manto de tristeza densa. Al llegar la hora de las sinestesias, la hora en que el oído hace el oficio de la vista, cae desmayado en el mismo hoyo del que sale un bulto, debido al dolor de tantos días, el llanto continuado, el hambre y el frío que le debilitan. Allí lo encuentran encorujado los primeros fieles que acuden al templo a misa primera. Lo llevan a casa, lo reaniman y pronto vuelve al pie del sepulcro donde conoce a Lorenzo que le dice que el fantasma fue su perro mastín que se había quedado dormido en el hoyo cavado por la tarde. 




"Ya han saludado al criador algunas campanas de los vecinos templos con el toque matutino"

Lorenzo le pregunta intrigado por qué quiere desenterrar a un muerto. Deshacer una obra de misericordia. Tediato pega un repaso a todos los afectos, retrato de la miseria humana. Como la madre que niega la leche al hijo o los padres que los engendran por placer, los crían por obligación y les hurtan las caricias a los seres queridos para dárselas a un perro o a un gato. Lo dice alguien que sabe cómo son los vivos. Todos a cual peor. La naturaleza es el modelo original. Homo homini lupus. La amistad es maquillaje y compostura, “belleza fingida y engañosa… nieve que cubre un muladar.” 

La peste irrespirable y los gusanos que salen de la tumba un poco removida, la noche desvanecida por las primeras claras del día y el miedo a ser vistos por los madrugadores paran el trabajo en la tumba. Se comprometen a regresar a la noche siguiente y llevar a casa el cadáver. Y allí hacerse cenizas en el incendio de la casa con todo dentro, alzado de nuevo al aire cual pira funeraria.

Like a full force gale 
I was lifted up again 
I was lifted up again by the Lord 
And no matter where I roam 
I will find my way back home
Van Morrison/Elvis Costello





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



jueves, 7 de abril de 2016

Noches lúgubres (1) José Cadalso. Plegaria.






"A todas partes llanto lastimero/ Miedo y horror y cruda muerte crece"


Noches lúgubres (1) 
José Cadalso 

Breves apuntes biográficos 

José Cadalso nace en Cádiz en 1741 y muere también en Cádiz en 1782. Estaba escrito que la Tacita de Plata abriera y cerrara el paréntesis de este autor culto, políglota y patriota correcaminos. Su madre muere en el parto. A su padre solo lo ve muy de vez en cuando debido a su profesión de comerciante con negocios en ultramar. Primero es su abuelo quien se hace cargo de él. Al morir su progenitor adoptivo, pasa al cuidado de un tío jesuita que convence al padre para que estudie interno en París a la tierna edad de nueve años. A los trece prosigue su formación en Inglaterra. “Allí experimenté por primera vez los efectos de la pasión que se llama amor.” Confiesa Cadalso en la biografía que introduce las “Cartas Marruecas.”

A los veinte años se queda huérfano del todo y regresa a España, ingresa en el ejército y comienza su carrera literaria. Participa en la campaña de Portugal y sigue a su regimiento por toda España. En 1766 se produce el motín contra Esquilache. La gente ve amenazadas sus costumbres y maneras de pensar por las medidas impuestas por gobernantes extranjeros traídos de Nápoles por Carlos III y se levanta. Su regimiento es llamado a la corte. En 1768 se ve desterrado a Aragón debido a  la difusión de unas copias manuscritas en las que se mencionan los amoríos de lo más granado de la sociedad madrileña. Allí lee a Garcilaso (perfección imitable para Cadalso por su condición de poeta y soldado) y a Ovidio.



"El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara"

En 1770 regresa a Madrid en un puesto de trabajo que preside el conde de Aranda. En esta época conoce y se enamora de la actriz María Ignacia Ibáñez. Su muerte sume a Cadalso en una época de pesadumbre, relacionada con Noches lúgubres, el intento de velar su sepulcro y desenterrar el cadáver.

Parece que entre 1773 y 1774 se establece en Salamanca donde pertenece a la Escuela de Salamanca junto a Meléndez Valdés, José Iglesias de las Casas, Fray Andrés del Corral, Quintana y otros, apoyados por Jovellanos, representantes del prerromanticismo auténtico que aunó modas e influencias francesas, inglesas y otras genuinamente españolas: cantar ante la luna, sueños literarios que se van a ver truncados por la invasión napoleónica y que luego culminarán autores como Zorrilla y el Duque de Rivas. Seguidos por los primeros escritores románticos.

Del 1774 al 1779 parte a Montijo, Extremadura, para regresar poco después al punto de partida: tomar parte del cerco de Gibraltar donde muere en 1782 en una acción militar. En San Roque encuentra su primer lugar de descanso eterno.

Noches lúgubres no es una obra teatral a pesar de estar dividida en las tres jornadas clásicas del teatro. Adopta la forma de novela dialogada sin voz narradora que guíe los monólogos y  diálogos entre los personajes. El diálogo mantiene un tono subversivo y tenebroso como ya indica el título. Es el mismo autor el que nos da la pista en la portada sobre el estilo de la obra al afirmar que imita al poeta y clérigo inglés Edward Young. El texto es una plegaria fúnebre y doliente de un fracaso porque la muerte es el fracaso de la vida. Tiene elementos de la elegía,  combinación de elogio a la persona enterrada con la expresión de los sentimientos de la persona afligida.



"el vestido lúgubre, las piernas desnudas; los pies descalzos

El texto corresponde a la copia manuscrita de 1775 que se conserva en la British Library, pero que no se publicó hasta después de la muerte del autor como señala Nigel Glendinning en la introducción de la novela para la edición que manejo de Austral. Noches lúgubres se publicó por primera vez por entregas en el Correo de Madrid entre 1789-90.

Dejamos a Tediato inquieto en mitad de la noche tormentosa, iluminada por los relámpagos cada vez más frecuentes, esperando al sepulturero del templo. Ha quedado con él en el exterior para que le ayude a desenterrar el cadáver de su amada.


Cuando el tiempo me borre el dolor
y otros ojos se fijen en mí
yo me sienta feliz como ayer
plegaria, plegaria, nostalgia
de mi fracaso por ti.
Bambino






El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.