sábado, 13 de mayo de 2017

La saga/fuga de J.B. (30) Scherzo y fuga. Capítulo 3. Gonzalo Torrente Ballester. Yo.





"Sumando los sumandos, dan un buen coeficiente"


La saga/fuga de J.B. (30) 
Scherzo y fuga 
Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

El autor introduce el capítulo tres de la novela con un poema que titula “Invitación al vals.” Nos invita al baile a ritmo de vals. La mayor parte de él escrito en versos alejandrinos. Comienza el baile con un yo rotundo, una ostentación del ego: “Yo canto a la olimpiada de las metamorfosis” Nos aconseja que no nos dejemos engañar por las apariencias: “La verdad impecable está en las estadísticas,” lo demás es cuento. Luego, suaviza la impostura del yo, se vuelve conciliador y más amplio al introducir la primera persona del plural y hacer cómplice al lector en “Procedamos con método y vayamos por partes” para explicarnos la ley del universo, dividida en viento del Este, del Oeste y la Piedra en el planeta de los marcianos con escafandra, peculiar de los JB. A la postre el cosmos es macizo, dotado de la duradera solidez del granito. Se pregunta quién regula la maravilla del agua y del silencio, quién navega por los ríos interiores y merodea por los páramos yertos. 

“No hay seis que lo ilumine ni siete que lo avale” ¡Ay, los avales, los avales! Suspiros que no cuajan, pasarse a cuchillo de Patxi López, números redondos por los caminos largos del tiempo. “Yo no sé decirlo, yo no sé si callarlo” regreso al yo poético para expresar la duda que le asalta. Vacila si revelar el destino escrito o no; calendario marcado de tragedia. Termina exigente y consejero con un imperativo repetido: “Hazme caso” y no miremos al pasado, en las entretelas de las chaquetas viejas están los despojos de los ruiseñores y en los pliegues de las banderas buscan refugio los cobardes. Entrégate en cuerpo y alma, tira la moneda, desmáyate al amor derramado de las colmenas que rezuman oro y miel. Hasta las ortigas pierden el veneno cuando el amor sonríe. Pronto y en la mano. Coge ahora mismo las rosas de la vida, “mientras la ciudad asciende en el cielo entreabierto.” 

Se puede cantar a la metamorfosis de las olimpiadas, empezar con un “Yo canto” impetuoso que araña el corazón sin adjetivos como cantaba Julio Iglesias, otro gallego universal. Estamos de suerte, el autor invita a los que le hayamos seguido hasta aquí, al festín literario final de esta Saga/fuga con poderosos versos de arte mayor, rearmados para la vida. Cante grande, mestizaje de géneros literarios en el crisol de Torrente Ballester, gallego ilustre. Womad literario, mezcla de ritmos distintos y sensibilidades diferentes. 





Bastida se da un baño de realidad esa noche. Deja de soñar para convertirse en sí mismo. Hay gente que son lo que son todos los días del año, ni siquiera de noche se atreven a romper el principio espartano e intransferible de identidad. Se trata de gente que no concibe el desdoblamiento ni la multiplicación. Ni por asomo se atreven a quebrar el espejo que nos insulta cada mañana. La imposible dualidad Quijote-Quijano. Bastida nunca se sintió ungido con esa suerte de solidez y certeza. El integrismo fiero del carnero. El -en cambio- siempre navegó por el interior secreto de sí mismo. O por el interior de alguien que se le pareciera un poco. ¿Cómo no va ser difícil explicar algo que resulta confuso para él mismo y que exige resplandores que nada aclaran? Desde niño siempre deseó ser otro, sin dejar de ser él del todo. Desde el instante que comprendió “quien era aquel niño torcido y feo que me miraba desde el otro lado del espejo.” 

En general, los niños siempre quieren alguna vez ser otro hasta que llega un día que quieren ser ellos mismos de una vez para siempre. “El principio de identidad es la columna vertebral de la persona y cuanto más sencilla es la columna, mejor.” Sin embargo, Bastida siempre quiso cambiarse, pero nunca lo consiguió, siempre soñando con transformaciones imposibles. Es gracias a una predisposición de serie, congénita dirían los doctos, que le es más fácil dejar de ser él antes de ser el otro. Si no lo entienden (como le pasa a este ocupado lector) no se preocupen y no devuelvan el libro a la estantería por ilegible porque el mismo autor tampoco lo entiende: “No pertenece al orden de lo que se entiende, sino al de lo que se siente, como cuando le dan a uno una buena bofetada.” 





"El cero piensa solo al borde del abismo"


De repente José Bastida experimenta una asunción (asunto al cielo haciendo el camino inverso de la Virgen de Fátima el trece de mayo), siente desprenderse de su ser, esa sensación que te queda en la piel al despegarse un esparadrapo, con hilillos de pegamento y todo. (El misterio de los hilillos de plastilina del Prestige hundido, nunca mais). Aquí entre los paisanos no se queda nada a pesar de la grita al exterior. Se siente alejarse indiferente, llevándose el cuerpo por delante y sin dolor. 

Conviene no confundir esta ascensión, nunca separación, con la emigración sufrida cuando estaba en manos de la Inquisición de Valladolid. Eso escapa a la razón, pertenece al ámbito del misterio. La que se va a liar cuando la ciencia sea capaz de explicar esos secretos tan recónditos del Cosmos. Ininteligible para él sobre todo por su afán de investigarlo todo y sólo por la satisfacción íntima de poder desentrañar algo que tiene intríngulis. Exactamente eso es lo que nos pasa a los lectores que pasamos por este Scherzo y fuga: si no nos fugamos de la lectura, es por el puro orgullo de poderle a esta novela retorcida. 




"¿Hay un resquicio abierto, hay una escapatoria?

La sensación compleja de separación no dura mucho tiempo afortunadamente, se transforma en otra nueva. Una sensación de presión por todos los lados, la misma que se siente al meter el pie en un zapato cuatro números más pequeño. En realidad se trata de un tubo que se achica cada vez más achuchándose y agrandándose hacia los extremos. Dos dimensiones: la una que se agranda y la otra que se encoge progresivamente, ahilándose hasta quedarse en una sola dimensión. “Se podría atar la tierra por lo más grueso y aún sobraría hilo para nudos y lazadas.” 

Se pueden imaginar lo que tarda el alma en recorrer tanta delgadez de cabo a rabo. Alguien tira de él por un extremo y lo introduce en otro cuerpo de bastante más envergadura que el de procedencia. Las células tienen que estirarse hasta el límite para rellenar el chasis y no dejar vacíos ni burbujas. El nuevo cuerpo no es extraño, ni plantea dudas tampoco, parece algo ya conocido. Se llama JB, por supuesto, pero esta vez Jerónimo Ballantyne, vestido con casaca de almirante y mitra de obispo. A bordo de un navío con tres puentes. Mitad obispo, mitad almirante. Tonsurado con casaca.


te amo con la fuerza de los mares yo 
 te amo con el ímpetu del viento yo 
 te amo en la distancia y el tiempo yo 
 te amo con mi alma y con mi sangre yo 
 te amo como el niño a su mañana yo
Manuel Alejandro/Niños mutantes





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


Las imágenes que acompañan esta entrada son de la exposición de Miguel Barceló para conmemorar el ochocientos aniversario de la Universidad de Salamanca. 


3 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:
:)
“Exactamente eso es lo que nos pasa a los lectores que pasamos por este Scherzo y fuga: si no nos fugamos de la lectura, es por el puro orgullo de poderle a esta novela retorcida.”
:)
El mismo D. Gonzalo Torrente Ballester, habría considerado el mérito de tu lectura en esta su obra, en la que no nos cambia la sonrisa en cada página.
Si siempre me encantan tus ilustraciones, aquí las has bordado. Y la música, fenomenal. No había escuchado -antes- la canción de Manuel Alejandro interpretada por ‘Niños mutantes’.
:)
Un abrazo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ese yo tan rotundo: un individuo que es parte de una saga de JB. ¿Será posible de verdad?

Abejita de la Vega dijo...

El invento tubular está chuchurrío. ¡Pobre Bastida! ¡Veciños, veciños!
Un abrazo, Pancho.