lunes, 16 de abril de 2018

El hombre pez (y 7) José Antonio Abella. Hora de cerrar.





"No está en manos del hombre dar cuenta del futuro, que ya figura escrito en el libro de nuestro destino"

El hombre pez (y 7) 
José Antonio Abella 

En Medina del Campo, ciudad vigilada desde un teso por la mole imponente del castillo de la Mota, les dicen que José de la Vega, hermano de Francisco, había preguntado por ellos hacía cuatro días. Fray Juan supone que habrá tomado cualquier otro camino de todos los caminos que llevan a Roma o a Cádiz. Seguramente el que lleva a Ávila para pasar la sierra y bajar a Extremadura por el valle del río Jerte, inundado de cerezos en flor y de belleza al principio de la primavera. Después de Valladolid ya nadie pregunta por ellos en los conventos, el fraile viajero intuye que José de la Vega saldría de Cantabria por el camino de Laredo a Burgos mientras que ellos entran en Cantabria por Reinosa, el nacimiento del río Ebro. Les lleva cuatro días de ventaja y estiman que no es cuestión de jugar al ratón y al gato, así que lo dejan en buenas y continúan la marcha. Nada más se supo del hermano, intuyen que algo malo le debió pasar. Los bandoleros vigilaban los caminos y te cambiaban la bolsa por la vida o puede que algún tabardillo mal curado se lo llevara. 

 La jornada cuarenta y cinco llegan al alto de la Sotera desde el que se ve Liérganes, final de la caminata. El gozo revienta por las costuras de las ropas pobres de Francisco como a Don Quijote le brotaba por las cinchas de Rocinante recién armado caballero. Ya habían pasado lo suyo cuando se les hacía de noche, oyendo de cerca los aullidos de los lobos y palpando el peligro de los osos por los reventaderos y pasos de los montes de Cantabria que separan la aspereza de lo llano de Castilla. El contento de los vecinos por verlo de regreso es general, la madre emocionada. El cura del pueblo le cuenta a fray Juan una habladuría que circula entre la gente y se la traslada tal cual a su excelencia el Obispo en la memoria. Resulta que estando María del Casar preñada de una movición que luego tuvo (Recordemos que Francisco nació ya hijo póstumo), le lanza todos los anatemas a Francisco porque le come a destiempo unas brecas cocinadas que la madre tenía en la fresquera para ponerlas a la mesa. “Quiera Dios que en el mar andes tú como esas brecas que te comiste, y que como a las brecas te pesquen para darte escarmiento.” 



"Le gustaba mirar los pájaros del cielo y los peces del río"


Fray Diego de Santander, predicador de la orden franciscana que estaba a la sazón de misión en Liérganes y enterado del asunto de la maldición, encarece a los padres que no maldigan a los hijos para después evitar las lamentaciones, ya que a veces el cielo tiene a bien conceder los disparates como castigo a los deslenguados. Como el predicador se interesara también por el caso del hombre pez, aviene con fray Juan a indagar entre ambos los libros parroquiales. 

Fray Juan Resende permanece cuatro meses en Liérganes, necesarios para sanar las llagas de los pies de tanta caminata, antes de emprender el largo viaje de vuelta. Al principio se aloja en casa de Francisco y luego en otra casa de un joven soltero para no dar qué hablar por vivir en casa de una viuda aún joven. Descubre de la gente, de viva voz, y de los papeles parroquiales más de lo que debiera, como comprueba por la respuesta que recibe a la memoria del ya obispo de Burgos, trasladado de Cádiz años más tarde. Mejor echar tierra sobre el asunto porque con la iglesia hemos topado. A no ser que a fray Juan no le importe tener que vérselas con el Santo Oficio por estar involucrado en el asunto el Secretario General de la Santa Inquisición y su familia que como ya sabemos era natural de Liérganes, de una de las familias principales de la villa. 





"La hora en que los sueños se desvanecen y la verdad se alza"

Por la misma carta de respuesta sabemos que Francisco vivió otros nueve años en tierra firme y que un día desaparece en la bahía de Santander rodeado de delfines. Incapaz de organizarse entre los humanos, decide poner de nuevo a remojo las escamas, se entrega de nuevo a la causa de los hijos de la mar. 

Así remata una novela un narrador en estado de gracia, primero monta un andamiaje narrativo para después desmontarlo con orden, hasta el más mínimo detalle para no dejar ni un cabo suelto, sin olvidar el pulso del suspense, manteniendo la tensión narrativa en el lector hasta la última palabra del escrito. Esto le da verosimilitud al relato aunque nada sea verdad. La realidad no se desvanece hasta la hora del cierre definitivo.



Ah we're drinking and we're dancing 
And the band is really happening 
And the Johnny Walker wisdom running high 
And my very sweet companion 
She's the angel of compassion 
She's rubbing half the world against her thigh 
And every drinker every dancer 
Lifts a happy face to thank her 
The fiddler fiddles something so sublime 
All the women tear their blouses off 
And the men they dance on the polka-dots 
And it's partner found, it's partner lost 
And it's hell to pay when the fiddler stops 
It's closing time
Leonard Cohen




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

Las ilustraciones son  del barrio del Oeste de Salamanca, los artistas han hecho de las puertas de los garajes y de las paredes de las casas lienzos para sus pinturas al aire libre. 

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta ese remate con la definición perfecta del estilo de Abella: montar y desmontar. El cuidadoso trabajo -minucioso, perfecto- y la manera en la que después juega con él para acercarlo al lector.
Y así se llega al final de una historia actractiva que nos ha hecho caminar junto a este buen fraile con los pies llagados en un eje de la geografía española que es a la vez eje físico y temporal.

Paco Cuesta dijo...

Que magnífico recorrido para clausurar la novela.

Abejita de la Vega dijo...

Un viaje inaudito para un hombre pez. Muy bien resumido. Un placer visitar esta página. Un abrazo.